El otro día vinieron los abuelos a vernos y a supervisar la
restauración de la silla que me encontré en la calle el mes pasado. Digo supervisar porque en realidad no habíamos empezado a hacer nada. Y sin mediar casi palabra, mi padre se puso a rebuscar en las
herramientas y encontró un trozo de
lija. La partió por la mitad y le dio un pedazo a la niña. Y se pusieron ahí, mano a mano a lijar la sillita y a charlar de sus cosas.
Mientras, mi madre y yo tomábamos un té, cuando me puse a pensar en la cantidad de cosas que he aprendido viéndoles trabajar. A mi madre y a mi abuela, viéndoles
tejer,
cocinar y coser, y a mi padre viéndole
dibujar, lijar y
arreglar infinidad de cosas. Y es así como se aprenden las cosas, imitando y repitiendo lo que ves hacer.
El Sr. Croqueta es un manitas de profesión, así que con el aprendemos todos cosas tan especiales como desmontar un taladro percutor profesional para encontrar la avería que tiene. Alucina!
Pero no sabes hasta que punto les llega la información hasta que les ves
jugar lo que han aprendido. eso es lo que los
educadores y
psicólogos llaman
juego simbólico, que consiste en imitar las conductas vistas de los mayores y recrearla. Normalmente las primeras que se imitan son las de hablar por teléfono, dar de comer a un bebé o pasear un perro. Porque son las que hacemos más menudo y es en las que nos acompañan.